Fotografía: Carolina Franquiz
Han pasado dos
misteriosos años desde que la que escribe hizo la última entrevista
de dos. Lo que iba a comenzar a ser una persecución masiva de poetas
con la intención de desenmascarar frente a un foco cegador las
verdaderas pulsiones de los susodichos bajo la sutil presión de la
organización Rapso Falaria, se quedó en lo que suele llamarse “agua
de borrajas” o bien, continuando con el imaginario popular, agua
que no mueve molinos... (ya sé, no es así exactamente) Vamos, que
Rapsofalaria se autosecuestró para guardar silencio e imponerlo -en
el espacio de sus dominios- a sus compañeros de odas. No bastándole
con clausurar temporalmente el “chiringuito” decidió observar
acechante desde la distancia a las posibles víctimas, y resultando
ser de tan variada ralea sucedió que la verdugo fue neutralizada. En
tales condiciones decidí, quiero decir, decidió apartarse de la
farándula a contar las hormigas del vecindario. Nada tiene que ver
en su decisión, pese a la prensa amarilla, la dispersa vida de la
principal artífice de estos secuestros, que entre más mudanzas de
las que quisiera a lo largo de estos dos años y otros sucesos que no
vienen al caso, tuvo que subdividir los compartimentos de su memoria
en un borrón y cuenta nueva poco preciso. Hasta que el primer
secuestrado, Jesús Ge, poniendo esa primera entrevista en el muro de
facebook de la que a partir de ahora llamaremos Rapso (por eso de la
economía del lenguaje), le recuerda aquel delictivo proyecto. No
estaría mal retomar este proyecto, se dice la raptora de
ajenos versos, y animada a delinquir de nuevo, ha desempolvado la
llave que abrirá el cubículo donde apreserá a los próximos
cautivos. No habrá paz para los malvados.
La primera secuestrada en
esta nueva etapa, es una poeta cuyas diversas tonalidades de azul
ocupan la estancia rompiendo el ambiente intimidatorio que la
organización ha creado para ella. Después de varios cambios de
bombilla, hemos tenido que comprar una a juego para evitar un verde
poco deseable, no estamos en un jardín. El foco apunta directamente
a los ojos y cuando le pedimos que cante todo lo que sepa,
coge un ukelele guardado en el bolsillo y tras rasgar unas notas se
arranca con un blues que destapona los oídos. “Tengo pocas fuerzas
para explicarme/ y tengo muchas plumas para irme”, nos dice tras la
canción. Pues vaya... Los secuestradores nos miramos a los ojos
incrédulos y la dejamos un buen rato a solas para que piense que no
es bueno vacilar a la organización Rapso Falaria, pero tras la
puerta, se siguen escuchando sus versos: “como me está prohibido
mirarte/ y rescatar lo perdido del recuerdo...” En fin, que
decidimos investigar entre sus allegados para saber quién es Lidia
Fernández. Unos nos cuentan que es cantante y ha trabajado en varios
proyectos, otros nos hablan de su oficio de enfermera, bastantes nos
comentan su pasión por la poesía, que su primer cuadernillo se
llamaba “La caja de las costuras”, y que recientemente ha
publicado un libro con Ediciones Crussoe llamado “Sociedades en
Trastienda”, y además frecuenta
todos los lugares de
Madrid donde huela a poesía como rastreadora incansable de versos.
“Sí, ¿pero quién es?”, insistimos. Y nadie nos da una
respuesta satisfactoria. Por lo tanto, regresamos a la habitación
azul donde ahora Lidia está cantando a lo Wanda Jackson, y en vista
de no poder frenar sus ganas de expresar por cualquier medio sonoro,
decidimos dejar sobre la mesa el siguiente cuestionario junto a un
bolígrafo bic, por supuesto azul, para que lo rellene.
RAPSOFALARIA: ¿Quién
eres?
LIDIA FERNÁNDEZ: Soy una
persona que ama y que en ocasiones siente tanto arrojo como miedo
ante la vida.
RAPSO: ¿Cómo decidiste
hacerte amiga de los versos y secuestrarlos para tu propio gozo?
LIDIA: Un buen día,
tratando de describir mis emociones, sensaciones y sentimientos;
Aquellos que creía incomprensibles y privados. Aquellos que
necesitaba expresar en un ejercicio de éxtasis, sinceridad del
instante y auto conocimiento.
RAPSO: ¿si no azul, qué
color serías?
LIDIA : Morado o rojo.
RAPSO: Estamos inventando
la máquina del tiempo, ¿dónde te llevamos?
LIDIA: A los años 50.
RAPSO: ¿mamífero, ave,
pez, reptil, anfibio o antrópodo?
Anfibio, sin duda.
RAPSO: ¿Frío o calor?
LIDIA: Calor o primavera.
RAPSO: ¿En qué andas
ahora?
LIDIA: Deconstruyéndome.
RAPSO: Un poema
LIDIA:
Paso
a desnivel
Aquí
hay un ascensor
Para
abuelas tiernas,
Un
sube y baja distinciones
En
mitad del mundo.
Si
tuviera valor,
Esto
sería todo:
Una
maldita vanidad hecha lirios.
Desde
las ventanas solo soledad.
Heces.
Será
mejor
Que
hoy tampoco seamos felices.
RAPSO: Otro poema
LIDIA:
En
época de creación
No
soy buena compañía;
Me
desnudo hasta tres veces,
Voy
al baño atareada de pelusas,
Me
vuelvo indecente hasta el extremo,
Agua
de hierro, cobre vaciado,
Algo
así.
Material
de escultura, latón.
La
exageración
No es
una casualidad
Como
tampoco lo es que no me llames,
Etcétera…
Gafas
de sol,
Rescatándome
para parecer
Un
poco cuerda.
Comida
para ricos,
Que
somos tan pobres que tenemos tres centavos
Donde
cabe el mundo,
Y
cada uno de sus disgustos bipolares.
El
humo es hiperactivo,
Siempre
me obsesiono
Con
la idea de que vas a abandonarme.
Recelo.
Soy
esclava de tu nombre.
Pero
si no vuelves, lo entenderé.
RAPSO: ¿Algo que añadir?
LIDIA: Ha sido un
verdadero placer poder reabrir este espacio y ser secuestrada por
usted, bella rapsofalaria. Muchísimas gracias.
RAPSO: Quedas liberada.
Blog de Lidia Fernández:
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