martes, 24 de diciembre de 2013

Teresa Naranjo Pérez




Queridos amigas o queridas amigos, como decía Maquiavelo, “la habilidad y la constancia son las armas de la debilidad”. Pues bien, será por ello que la organización se encuentre en un estado tan débil, a punto de disolverse o de conservarse en formol. Pero no he venido “para hablar de mi libro”. Se acerca el final de año, y con ello, los aletargados propósitos que de cuando en cuando despiertan. Las vacaciones dan para esto y mucho más.

Hay una mujer, poeta ella desde que se levanta hasta que se acuesta, que tiene la manía bien arraigada de “escupidizar” kilométricamente cada vez que teclea el portátil (esto del portátil es una licencia, pues aún no tengo claro cual es su herramienta de propulsión). Me acerco a ella con cuidado de esquivar el silbido del gargajo, no sea que me dé, por lista, en toda la frente. De su trayectoria no conozco mucho, salvo lo que cuentan las redes sociales: participación en recitales y en alguna antología, y que ha escrito "Escupideces", de la editorial ebookprofeno

No importa mi casi total ignorancia sobre su persona, porque es de esta clase de poetas cuya biografía está en la de todos, arraigada en el compromiso visceral de la garganta colectiva. Para saber de ella, casi mejor preguntarle:

Rapso Falaria: ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? ¿Qué fue antes, la gallina, el huevo o el cantar del gallo?
Teresa Naranjo: Una especie sin catalogar. A donde quiera que vaya, voy de paso. Sin lugar a duda el amanecer de la gallina


R.F.: Poesía es...
T.N.: ¿ Y tu me lo preguntas?, poesía no soy yo

R.F.: No podrías prescindir de...
T.N.: De llorar palabras en voz baja

R.F.: ¿Cuá es la distancia más corta entre dos puntos?
T.N.: Un abrazo

R.F.: ¿Tus influencias?
T.N.: La luna, de ella dependo, soy una lunática.

R.F.: Un poema
T.N.: Me pones en un aprieto, porque me falta espacio, pero éste de mi mejor y más querido amigo. Felipe Zapico Alonso
.
Necesito escribir para expresar
o lo que sea
todo lo que veo
siento
y
lloro
si lloro
porque no me dejan reír y gozar
como yo quisiera
llanto y sufrimiento se presentan sin cesar
en todos y cada uno de mis momentos
en cada calle quiero llorar
pero no de rabia o impotencia
sino de dolor
dolor por mi y por los demás
dolor por todos.
Pero mi llanto es solitario
las cabezas huecas ríen
otras rezan
quizá en algún lejano rincón
tú también lloras


R.F.: Por favor, otro
T.N.: razones para amar, de Lola López-Cózar
Primero te quise por tu forma de unir las palabras, de romper los registros, palabras de película de culto seguidas de tres tacos sin más contemplaciones, palabras tan pedantes que no pueden ser ciertas más que en los diccionarios y los verbos exactos para evitar problemas, aunque luego el problema lo aporte el receptor.
A lo mejor te quise porque no soportaba otros silencios, porque los monólogos crecían hasta hacerme pedazos los oídos y la no discusión fue el mayor desacuerdo.
Luego te quise por la forma de usar sandalias y calcetines en diciembre sin venir de otro clima intempestivo, por sentarte en la acera a ras de calle y decir que dejáramos que matara al perro cualquier coche.
A lo mejor te quise por mi casa vacía, los libros en el suelo a mochilazos, tu forma de mirar todo mi esfuerzo.
Luego te quise por la dipsomanía, nada que ver con cualquier alcoholismo, por la manera en que dijiste a los demás que era la persona más inteligente que habías conocido, tal como si fuera idiota de remate y estuviera al margen de tus conversaciones.
A lo mejor te quise porque estabas en todos mis horarios, insomne como yo hay poca gente y menos conocida.
Luego te quise por tu forma de estar de vuelta y querer empezar a caminar, porque mis lecturas fueron tus relecturas y dejaste muy clara la distancia, cuando yo no había aprendido a leer tú estabas en la universidad y te quise aún más por soportar mi respuesta sobre el desperdicio de tu tiempo hiperextenso.
A lo mejor te quise porque aceptaste sin reparo mis canales y arrancaste tu adicción a los teléfonos conmigo. Porque jamás creíste en la insociabilidad que yo me atribuía, pero no me quitaste la palabra, tan sólo dijiste que no me preocupara, que del tema sabías lo mayor y no te daba miedo. Y luego cerca y tangible indicaste que nunca habías conocido a nadie expresar tanto sin necesidad de abrir la boca y todos asintieron. Más tarde tu eterna chulería defendiéndome, quien no sepa entenderte sin palabras no merece la pena.
A lo mejor te quise porque me diste tus ojos para verme y en aquel momento comprendí lo que decías, que estaba machacada y hecha trizas, entonces pregunté y dijeron amor si ves quién eres te pierdo para siempre y para siempre fue aunque siga soñando con monólogos y lágrimas y cada tanto te entregue los ojos que me diste y no son míos.


R.F.: Aquí puedes escupidicer lo que quieras
T.N. Desde que saben que escribo, escribir me hace menos vulnerable. Es una pena que no enseñase antes mis listas de la compra, seguramente hoy seguiría siendo nadie, pero nadie
con voz propia.


R.F.: Gracias por esta entrevista
T.N.: Gracias a ti, porque te conocí incluso antes de conocerte.

R.F.: Y ya que tú no lo haces, seré yo quien ponga un poema tuyo:


Si algún día consigo
alcanzar
mi destino
sabrás
que no he
existido
… y volverás
a la piedra
y al fuego

(de Escupideces)






viernes, 10 de mayo de 2013

FELIPE ZAPICO ALONSO



Con la llegada de la primavera a Rapsofalaria lo único que le apetece es sentarse en una terraza o perderse en el monte para no pensar: “ok, no es momento de secuestros, ya estamos lo suficientemente jodidos”.
Aunque menos divertido, caña en mano y decidida a que sean los poetas quienes vengan voluntariamente a las oficinas de la organización, me encuentro con Felipe Zapico bebiendo un “Litro de versos”, de Eolas ediciones. Pido uno de esos al camarero, a ver si se me pega algo, pero el poeta ha consumido el último barril. “Otra vez será”, me digo. De pronto, Zapico se levanta ebrio y lúcido a la vez, con una leve inclinación a la siniestra, mientras declama: “Cae la tarde/aplastándome,/viene la sed/y la sed me seca”. Me propongo seguirlo y se me escapa, pero gracias a la guía de navegación, me lo encuentro abrazado a un árbol. Como si nada, se desplaza hacia otro paisaje, con su cámara fotográfica dispara a las presencias que temerarias se le cruzan, me escondo. Se detiene a hacer “Balances Parciales”, de nuevo de Eolas: “Una mañana fui dios/cáustico/abrupto/desperdigando/a la noche”. Lo vuelvo a perder, pasada una semana, me cuentan que ha ido a un festival en el norte, a un recital en el sur, a una protesta en todas partes, entretanto, ha acudido a su trabajo en la universidad donde enseña a fabricar una bomba en el cráneo que restablezca las conexiones neuronales.
Regreso a casa, me conecto a internet y descubro que están buscando a “El ladrón de peras”, de editorial origami. Unos ojos bajo un pasamontañas parecen desvelar la identidad de Zapico. Sigo el rastreo y escucho al grupo de rock Deicidas, canta el poeta. Comprendo que es imposible seguirle la pista hasta el final y me atrevo a pedirle que me conceda la siguiente entrevista:

Rapsofalaria: De no ser tú ¿quién te gustaría ser?

Zapico: Tal vez tú.

Rapso: ¿Cuál es tu arma?

Zapi: La desobediencia.

Rapso: Por favor, completa estas frases: “odio...” “amo...” “deseo...”

Zapi: Odio al que odia, amo al que ama y deseo al que desea. (Tal vez habría que ajustar los géneros, pero así está bien).

Rapso: ¿Solo o con hielo?

Zapi: Siempre con hielo, mucho hielo

Rapso: ¿Noche o día?

Zapi: Día (gasté todas las noches ya)

Rapso: ¿hacia dónde te diriges?

Zapi: Al fondo.

Rapso: ¿Una canción?

Zapi: Cancún motel, la que acabo de componer y grabar

Rapso: ¿qué te inspira?

Zapi: Todo, absolutamente todo y eso es un desastre.

Rapso: ¿un poema?

Zapi: 

Me he puesto una
cremallera
en la cicatriz
de tu ausencia.

Teresa Naranjo Pérez. Escupideces

Rapso: ¿un libro?

Zapi: Mi padre, El rey de Gsús Bonilla.

Rapso: ¿qué es lo más raro que te han dicho?

Zapi: No soy lo mejor para ti.

Rapso: ¿Qué te conmueve?

Zapi: El ideal.

Rapso: Otro poema

Zapi: Uno mío, el penúltimo.

Flores de otro mundo (no es la película)

Nunca volví a comprar flores
en
la floristería
junto a nuestra
casa
por
si
me preguntaban
y
el nudo
de
la garganta
me
exterminaba.
Ayer me atreví
después
de tantos años;
allá
me fui
y
acaban
de
cerrarla
por jubilación.


Rapso: ¿algo que quieras añadir?

Zapi: A ÑA DIR. Ridaña. Y no se me ocurre nada más.

Rapso: Muchas gracias por la entrevista.

Zapi: Gracias a Rapso


Os dejamos con esta canción de Deicidas




jueves, 25 de abril de 2013

RAPSO FALARIA VUELVE CON LIDIA FERNÁNDEZ


      Fotografía: Carolina Franquiz

Han pasado dos misteriosos años desde que la que escribe hizo la última entrevista de dos. Lo que iba a comenzar a ser una persecución masiva de poetas con la intención de desenmascarar frente a un foco cegador las verdaderas pulsiones de los susodichos bajo la sutil presión de la organización Rapso Falaria, se quedó en lo que suele llamarse “agua de borrajas” o bien, continuando con el imaginario popular, agua que no mueve molinos... (ya sé, no es así exactamente) Vamos, que Rapsofalaria se autosecuestró para guardar silencio e imponerlo -en el espacio de sus dominios- a sus compañeros de odas. No bastándole con clausurar temporalmente el “chiringuito” decidió observar acechante desde la distancia a las posibles víctimas, y resultando ser de tan variada ralea sucedió que la verdugo fue neutralizada. En tales condiciones decidí, quiero decir, decidió apartarse de la farándula a contar las hormigas del vecindario. Nada tiene que ver en su decisión, pese a la prensa amarilla, la dispersa vida de la principal artífice de estos secuestros, que entre más mudanzas de las que quisiera a lo largo de estos dos años y otros sucesos que no vienen al caso, tuvo que subdividir los compartimentos de su memoria en un borrón y cuenta nueva poco preciso. Hasta que el primer secuestrado, Jesús Ge, poniendo esa primera entrevista en el muro de facebook de la que a partir de ahora llamaremos Rapso (por eso de la economía del lenguaje), le recuerda aquel delictivo proyecto. No estaría mal retomar este proyecto, se dice la raptora de ajenos versos, y animada a delinquir de nuevo, ha desempolvado la llave que abrirá el cubículo donde apreserá a los próximos cautivos. No habrá paz para los malvados.

La primera secuestrada en esta nueva etapa, es una poeta cuyas diversas tonalidades de azul ocupan la estancia rompiendo el ambiente intimidatorio que la organización ha creado para ella. Después de varios cambios de bombilla, hemos tenido que comprar una a juego para evitar un verde poco deseable, no estamos en un jardín. El foco apunta directamente a los ojos y cuando le pedimos que cante todo lo que sepa, coge un ukelele guardado en el bolsillo y tras rasgar unas notas se arranca con un blues que destapona los oídos. “Tengo pocas fuerzas para explicarme/ y tengo muchas plumas para irme”, nos dice tras la canción. Pues vaya... Los secuestradores nos miramos a los ojos incrédulos y la dejamos un buen rato a solas para que piense que no es bueno vacilar a la organización Rapso Falaria, pero tras la puerta, se siguen escuchando sus versos: “como me está prohibido mirarte/ y rescatar lo perdido del recuerdo...” En fin, que decidimos investigar entre sus allegados para saber quién es Lidia Fernández. Unos nos cuentan que es cantante y ha trabajado en varios proyectos, otros nos hablan de su oficio de enfermera, bastantes nos comentan su pasión por la poesía, que su primer cuadernillo se llamaba “La caja de las costuras”, y que recientemente ha publicado un libro con Ediciones Crussoe llamado “Sociedades en Trastienda”, y además frecuenta
todos los lugares de Madrid donde huela a poesía como rastreadora incansable de versos. “Sí, ¿pero quién es?”, insistimos. Y nadie nos da una respuesta satisfactoria. Por lo tanto, regresamos a la habitación azul donde ahora Lidia está cantando a lo Wanda Jackson, y en vista de no poder frenar sus ganas de expresar por cualquier medio sonoro, decidimos dejar sobre la mesa el siguiente cuestionario junto a un bolígrafo bic, por supuesto azul, para que lo rellene.

RAPSOFALARIA: ¿Quién eres?


LIDIA FERNÁNDEZ: Soy una persona que ama y que en ocasiones siente tanto arrojo como miedo ante la vida.


RAPSO: ¿Cómo decidiste hacerte amiga de los versos y secuestrarlos para tu propio gozo?


LIDIA: Un buen día, tratando de describir mis emociones, sensaciones y sentimientos; Aquellos que creía incomprensibles y privados. Aquellos que necesitaba expresar en un ejercicio de éxtasis, sinceridad del instante y auto conocimiento.


RAPSO: ¿si no azul, qué color serías?

LIDIA : Morado o rojo.


RAPSO: Estamos inventando la máquina del tiempo, ¿dónde te llevamos?


LIDIA: A los años 50.

RAPSO: ¿mamífero, ave, pez, reptil, anfibio o antrópodo?

Anfibio, sin duda.

RAPSO: ¿Frío o calor?

LIDIA: Calor o primavera.

RAPSO: ¿En qué andas ahora?

LIDIA: Deconstruyéndome.

RAPSO: Un poema

LIDIA:

Paso a desnivel

Aquí hay un ascensor
Para abuelas tiernas,
Un sube y baja distinciones
En mitad del mundo.

Si tuviera valor,
Esto sería todo:
Una maldita vanidad hecha lirios.

Desde las ventanas solo soledad.
Heces.

Será mejor
Que hoy tampoco seamos felices.


RAPSO: Otro poema


LIDIA:

En época de creación
No soy buena compañía;

Me desnudo hasta tres veces,
Voy al baño atareada de pelusas,
Me vuelvo indecente hasta el extremo,
Agua de hierro, cobre vaciado,
Algo así.

Material de escultura, latón.
La exageración
No es una casualidad
Como tampoco lo es que no me llames,
Etcétera…

Gafas de sol,
Rescatándome para parecer
Un poco cuerda.
Comida para ricos,
Que somos tan pobres que tenemos tres centavos
Donde cabe el mundo,
Y cada uno de sus disgustos bipolares.

El humo es hiperactivo,
Siempre me obsesiono
Con la idea de que vas a abandonarme.
Recelo.
Soy esclava de tu nombre.
Pero si no vuelves, lo entenderé.


RAPSO: ¿Algo que añadir?

LIDIA: Ha sido un verdadero placer poder reabrir este espacio y ser secuestrada por usted, bella rapsofalaria. Muchísimas gracias.

RAPSO: Quedas liberada.

Blog de Lidia Fernández: